Ana Villasante Ruiz · Cadeneta
Dejó el mundo de los seguros para dar rienda suelta a su afición por tejer. Rodeada de lanas, alpacas, linos, algodones, sedas, hilos, agujas y algunos que otros botones, esta emprendedora de fácil sonrisa admite con satisfacción que sus talleres de costura, punto y ganchillo tienen lista de espera. Asegura que lo suyo es la lana, que tejer un jersey sencillo puede llevar una semana de trabajo y que sus clientes, fundamentalmente mujeres de 18 a 80 años, tejen prendas de todo tipo y para todas las edades, incluso abrigos para mascotas.
“Los talleres son muy divertidos. Aquí hacemos dos cosas a la vez: tejer y charlar. Es muy buena terapia y muy recomendable”
“Este negocio es de venir y de tocar porque una lana no es igual que otra. Con todo, creo que es fundamental digitalizarse”
Pregunta.– Vamos al hilo. ¿Qué es ser una mercería creativa?
Respuesta.– Es tejer. Hacer tus propias creaciones: un chal, un jersey… Un lugar que desarrolla las creatividades de cada uno basándote en patrones, en colores, en tejidos, en lanas… Eso es Cadeneta.
P.– Un conocido refrán dice que unos tienen la fama y otros cardan la lana. ¿A usted, que le ha tocado?
R.– A mí, cardar la lana. Sobe todo porque vendo hilos, así que me va al pelo (se ríe).
P.– El algodón no engaña. ¿O sí?
R.– No, no engaña. Porque es una fibra natural y lo natural, nunca engaña.
P.– Hoy en día cuesta prácticamente lo mismo comprar un jersey que tejerlo, pero que se llevan algo exclusivo. ¿Ahí radica el mayor encanto de hacer tu propia ropa o tiene otros?
R.– Bueno, yo no diría que cuesta lo mismo. Cuesta mucho más tejer una prenda que comprarla ya confeccionada porque, en primer lugar, aquí utilizamos fibras naturales –lanas, alpacas, linos, algodones…–, y estos materiales cuestan ahora mismo mucho más. Y en segundo término, porque tejer te lleva muchas horas de trabajo. Desde luego, te llevas una prenda exclusiva hecha por ti. Y eso es una enorme satisfacción.
P.– Desde 2005, cada segundo sábado de junio se celebra el Día Mundial de Tejer en Público para promover este arte manual que, lejos de ser una práctica de las abuelitas en solitario, promueve la creatividad, incrementa la autoestima, reduce el estrés y favorece la socialización, según afirman sus promotores. ¿Estoy tardando en apuntarme a un taller?
R.– (Risas) Estás tardando. Son muy divertidos. Además de hacer cosas con las manos, cada participante dice y cuenta lo que le ocurre en su día a día. Y de aquí no sale. Ese jersey que te haces tiene mucho pensamiento. Ahora se lleva tejer y a la vez ver una serie. Aquí hacemos dos cosas a la vez: tejer y charlar. Es muy buena terapia y muy recomendable. Porque no solo tejes; además tienes que llevar las cuentas y utilizar las matemáticas: series, regla de tres, mínimo común múltiplo… Es muy dinámico y te evade de tus problemas cotidianos.
P.– Hay quien asegura que las mercería son comercios históricos en peligro de extinción. ¿Lo suscribe?
R.– Bueno, la mercería tradicional como tal, creo que no. A todo el mundo le gusta hacer cosas. Nos sorprenderíamos de ver cómo nos gusta poner una puntilla en un bajo estropeado… hacer cosas en prendas. Por eso creo que no está en extinción. Puede que sea más exclusiva, pero seguirá.
P.– El punto, el ganchillo y la costura, ¿entiende de edades?
R.– No. Hay muchas jóvenes de 17 o 18 años que hacen ganchillo y se hacen sus top. Aquí vienen muchas de ellas a comprar tejidos para hacerse sus prendas.
P.– ¿Y de sexos?
R.– Es verdad que hay más mujeres que hombres, pero también que nosotras tenemos como referencia a Stephen West, un patronista americano afincado en Amsterdam. Ahora mismo no tenemos ningún hombre en nuestros talleres, pero los hemos tenido.
P.– Colegas suyos sostienen que las nuevas generaciones no saben coser como sus madres y abuelas. ¿Lo comparte?
R.– Sí. Costura. Porque en punto y ganchillo, que es lo que yo imparto, ahora hay otras técnicas que no tienen nada que ver con las que yo aprendí, que son las de antes, las de las abuelas. Pero es verdad que coser prendas con aguja de hilo no saben coser. El punto es diferente. Vienen a aprender y saben hacerlo
P.– A la hora de cuadrar las cuentas y de sacar el negocio adelante, ¿también le toca hacer encaje de bolillos?
R.– Un poquito bastante. El margen del producto no es muy amplio y yo no vendo prendas terminadas. Porque considero que, si las vendiera, debería hacerlo por mucho dinero, aunque solo sea por la cantidad de tiempo empleado.
P.– El comercio local ha retomado el impulso perdido por la pandemia. ¿Verdad o mentira?
R.– Verdad. Y eso que a mí la pandemia me vino muy bien porque la gente, al tener que estar en casa, se aburría y muchas personas decidieron emprender o retomar las manualidades. A coser. Pero no todo el mundo lo tiene fácil. Por ejemplo, a las personas zurdas les cuesta mucho hacer ganchillo. El punto, quizá no tanto, pero el ganchillo es un mundo de diestros, porque tienes que enseñar a la gente en modo espejo.
P.– Digitalizarse o morir. ¿Por ahí pasa el futuro?
R.– Sí, sin duda. Si no tienes presencia digital o no estás en las redes sociales nadie te ve y no existes. Y eso que este negocio es de venir y de tocar porque una lana no es igual que otra. Con todo, creo que es fundamental digitalizarse.
P.– La sostenibilidad, ¿también ha entrado definitivamente en tu tienda?
R.– Sí. Y apuesto por ello totalmente. No quiero acrílicos. Un jersey de lana te va a durar toda la vida, aunque ahora la moda es muy efímera; se compra una prenda, la usas un tiempo y luego compras otra. Y eso no es sostenible.
P.– ¿Qué no volvería a hacer si tuviera que empezar de nuevo?
R.– No lo sé. No tengo ni idea. Lo mío siempre ha sido prueba, error. Todas mi vida he sido trabajadora por cuenta ajena y me lancé a este mundo un tanto a lo loco. Solo sabía que me gustaba tejer desde niña y que podía salir adelante. Y aquí sigo.
P.– Puestos a pedir, ¿cómo potenciaría el comercio tradicional?
R.– Permitiría a las tiendas sacar sillas y mesas a la calle y que este derecho no fuera exclusivo solo de los bares. Daría más visibilidad a los comercios en la calle. En mi caso, que se pudiera tejer en la calle. Yo ya lo pedí, pero no me dejaron. Con todo, tengo que decir que no me puedo quejar del apoyo del Ayuntamiento. Como comerciante, tengo que agradecer las subvenciones convocadas y las campañas para dinamizar el comercio, especialmente la última de ‘Damos la cara’, que ha sido divertidísima.
Un poco más
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